Familia Luna, Luna celebra

El vestido de novia de Michèle

[COLADO POR MICHÈLE]

Yo tenía una idea bastante clara del tipo de vestido que quería, y pasó algo curioso: en un momento en el que todavía ni comprometida estaba, una de mis mejores amigas de cuando vivía en París me habló de los vestidos de unas hermanas diseñadoras catalanas, ya que su cuñada había llevado uno para su boda. Me dijo: “Se me parecen a ti”. Meses después, cuando ya estaba comprometida, decidí aprovechar un viaje a Miami con mi mamá para visitar tiendas de novia a ver opciones de vestido: ahí vi uno que me llamó la atención no por el corte ni la silueta, sino por sus elementos y detalles. Me lo medí y me encantó. Cuando pregunté quién era el diseñador, me hablaron de las mismas hermanas catalanas.

Ahí decidí que tenía que ir al taller de YolanCris en Barcelona, porque definitivamente ahí estaba mi vestido.

YolanCris está compuesto por las hermanas Yolanda y Cristina Pérez, y fue fundada en 2005, pero el proceso creativo comenzó relativamente antes —la madre de las hermanas era propietaria de una tienda de vestidos de novia—. Cristina lleva la parte administrativa y Yolanda diseña para una novia que definen como independiente, con confianza en sí misma y un espíritu libre, que ama la moda y que aprecia el trabajo artesanal. Ya entenderán por qué, sabiendo que me gusta la sencillez pero a la vez la belleza del detalle del trabajo manual, me sentí tan identificada.

Las contacté e hicimos una cita para septiembre de 2016, para ir a ver los vestidos de las colecciones de 2016 y 2017 —esta última se iba a mostrar en Cibeles justo antes de yo visitar el taller—.

Aquí tengo que hacer una pausa y hablar de cómo España tuvo una presencia tan grande en mi boda. Desde que Crystal y yo éramos niñas hemos visto cómo mi papá ha sentido una gran inclinación por los toros, las sevillanas y el flamenco. Tiene caballos andaluces en su casa de vacaciones en Jarabacoa y canta en un grupo de sevillanas que viene al país cada diciembre. Cuando uno es niño, todo lo que a los padres les gusta se le transmite, y la música transmite mucho —la primera obra de teatro que hizo Crystal fue la zarzuela La pícara molinera; hizo de la protagonista, Carmona, con la Academia de Danza La Giralda en un show en Bellas Artes—. Nos ha influenciado a tal punto de que mi (entonces novio) Carlos y yo habíamos ido a la Romería de El Rocío con él, y queríamos un poco de esa magia en un día de campo, de naturaleza, para la boda. Por eso, Carlos y yo decidimos casarnos en la casa de Jarabacoa, pero dándole un giro flamenco tropical.

Entonces, volviendo a YolanCris. Yo buscaba un vestido que no tuviese ni canutillos ni pedrería ni plumas ni aplicaciones, sino todo encaje. Salió la colección 2017 y fue tal como me la imaginaba. Me puse a seleccionar modelos en base al lookbook, y efectivamente, el que más me llamó la atención terminó siendo el elegido al final. Creo que con los vestidos uno siente amor a primera vista, y esta experiencia me lo confirmó.

Ya en el taller de las hermanas, era la primera vez que presentaban la nueva colección a una clienta. Crystal me cuenta que entre todas las muestras, desde que me medí ese vestido fue una cosa unánime… ella dice que me vio en Jarabacoa, con el vestido encima de la grama, como un flashforward. Me decía, una y otra vez, que se parecía mucho a mí.

Como novia, el mejor consejo que puedo dar es que a la hora de elegir vestido hay que saber cómo una se quiere sentir, dónde es la boda y a qué hora, pues eso es lo que mayor peso debe tener, por encima de cualquier preferencia personal. Es imposible salir a comprar un vestido sin saber la hora y el lugar donde una se va a casar. Como decimos Crystal y yo: no es vestirse bien, sino vestirse bien para la ocasión.

Ese vestido no tiene bordado ni brillo, pero es muy trabajado, y a la vez es tan ligero que no se siente. Comienza con la particularidad de un cuello un tanto alto y los brazos al descubierto, y en la parte inferior tiene una mezcla de siete tipos de encaje unidos en una falda vaporosa con transparencias —una capa en tul, otra en un tul con chifón, una plisada, tul de seda, algodón— que aun así permite libertad para moverse. Aun con ese nivel de detalle, el vestido seguía siendo apto para un evento matutino. Eso me enamoró. Como novia, el mejor consejo que puedo dar es que a la hora de elegir vestido hay que saber cómo una se quiere sentir, dónde es la boda y a qué hora, pues eso es lo que mayor peso debe tener, por encima de cualquier preferencia personal. Es imposible salir a comprar un vestido sin saber la hora y el lugar donde una se va a casar. Como decimos Crystal y yo: no es vestirse bien, sino vestirse bien para la ocasión.

Yolanda estaba tirada en el piso con los alfileres, mientras Cristina iba tomando nota haciendo el presupuesto. La atención fue increíblemente detallada, y se notó que sin importar el nivel al que han llegado —ya tienen presencia en más de 40 países—, siguen siendo una empresa familiar en el corazón. Me dio gusto haberlas conocido en su taller, y más haber elegido una de sus creaciones para mi boda a pesar de no conocer la marca… pero ni Crystal ni yo tenemos miedo a lo desconocido. Ella, de hecho, se casó con una pieza del diseñador israelí Inbal Dror, poco conocido en República Dominicana. Creo que tenemos eso en común: no nos importa arriesgarnos con nuevas marcas, siempre y cuando nos llame la atención la calidad del género, los detalles de la confección y la belleza del diseño.

Ya en enero llegó la boda, y yo estuve con el vestido puesto desde las 10 de la mañana para la sesión de fotos. Muchas veces se ve a las novias pidiendo ayuda porque no pueden con el vestido, o saludando de ladito porque no pueden mover el torso, pero desde la mañana me di cuenta de que había hecho la elección correcta: en todo momento me sentí cómoda. El corte A de la falda, y el hecho de que yo misma podía recoger la cola, me permitió la movilidad necesaria para poder compartir tranquila y bailar a gusto.

Ese día, todo el mundo me decía “igualito a ti”. Supongo que el amor que sentía por el vestido transmitía eso. No me sentí que estaba con un disfraz de novia, sino que era yo el día de mi boda. Recibí comentarios positivos infinitos, pero hay una reacción que recuerdo con más cariño que todas: cuando mi marido me vio desfilar, su mirada me perseguía mientras caminaba con mi papá. Cuando llegué al pequeño altar, me dijo: “¡Wow! ¡Qué bella estás! ¡No me lo imaginaba así para nada!” y me abrió los ojos grandísimos. Yo que lo conozco, sé que esa cara fue muy, muy honesta. Lo sorprendí, y esa era la idea: que el hombre con el que quiero pasarme el resto de mi vida se haya encontrado que yo estaba bonita ese día tan especial.

Amé el proceso de encontrar mi vestido. Lo amé el día de la boda, y definitivamente lo amo hoy.

Fotos: AlohaFred