Paris, je t’aime!

[COLADO POR CRYSTAL]
No me canso de decirlo: París, je t’aime! La última vez que fui, creo que mi entrada empezaba con estas mismas palabras, porque la verdad es que no me canso de repetirlas.
París fue mi casa por ocho años. Llegué allá específicamente a la 75 rue Vieille du Temple en el tercer arrondissement con solo 17 años, dos semanas después de haberme graduado de bachillerato. La intención era quedarme seis meses aprendiendo francés, pero para acortar una historia larga, ¡duré ocho años! ¿Y haciendo qué? Estudiando, trabajando, creciendo, aprendiendo, viviendo.
Otro día, en otra entrada, les contaré muchas de mis aventuras, pero el punto es que desde que conocí a mi hoy esposo Mariano me moría por visitar esa ciudad con él –sentía que tenía que compartirla con él, pues fue y es una gran parte de mi vida–. No quería compartir solo su belleza, su cultura, sus calles, sus monumentos y su olor a mantequilla, sino el hecho de que simplemente en esos ocho años crecí, y mucho. ¡Yo dejé algo en París y París por siempre tendrá sembrado algo en mí!
Este año, nuestro primer año nuevo de casados, tuve la oportunidad de hacer este viaje tan soñado.
Soy mega nerd cuando viajo, porque no quiero perderme de nada. Mientras estuve allá, mantuve un diario (que todavía tengo) con los lugares que visitaba… pero por supuesto, las cosas han cambiado. Hoy no soy una total viejita, pero atento a chiste, han pasado seis años desde que me fui. Lo bueno es que los clásicos son clásicos y siempre están, pero sentía que debía reinventar mi itinerario allá y crear un balance entre cosas nuevas y viejas –o mejor dicho, nuevas y clásicas–.
Primero lo primero: hay que entender que París es como un caracol –incluso, muchos le llaman «l’escargot Paris»–. Los sectores o «arrondissements» empiezan en el centro con el primero y giran como las agujas de un reloj. Para aprovechar esta distribución, fui creando pequeñas rutas combinando sectores vecinos para planificar un poquito mis días y sacarle el mejor provecho a todo.
Mis combinaciones fueron un éxito rotundo. Cada ruta tenía opciones de cultura, restaurantes y paseos, haciendo que cada día tuviera un balance de estos tres elementos: comer algo rico, pasear y visitar algún museo o exposición de las miles que hay en la ciudad.
Como me lo imaginé, mi primer antojo fue ir a Le relais de l’entrecôte. ¿Qué mejor forma de empezar que comiéndome este rico plato? Les explico: este restaurante tiene un solo plato, compuesto por carne con papitas fritas y una salsa mágica que nadie en el mundo ha podido imitar. Cuando llegas, la pregunta es «Comment voulais-vous votre viande?» (¿Cómo quiere su carne?), y ahí, con tu respuesta, empieza esta deliciosa experiencia culinaria.
Total de visitas a L’entrecôte en este viaje: tres.
Imposible no hacer la digestión caminando por las callecitas de St. Germain, volver a visitar Bar du Marché y La Palette, ambos cafecitos donde nos pasábamos horas muertas mañana, tarde y noche. En este último me encontré con un viejo amigo, Alex, y por supuesto le dije a Mariano: «¡Juye! ¡Una foto!».
Uno de mis descubrimientos favoritos en mis años allá fue aprender a usar el bus. ¿Por qué? Simple: en el metro, vas de un hoyo y sales a otro hoyo, cosa que no te permite ver el trayecto ni cómo llegar de un lugar a otro. Cuando entendí el bus, ¡todo cambió! Conocí las rutas y atajos para llegar de un lugar a otro. Es por eso que, desde que salimos en la mañana, nos la pasamos caminando y visitando todo lo que estaba a nuestro alcance.
Aquí les cuento un poco en desorden los sitios que visité y cosas que hice. No cuenten todo lo que comimos ni le busquen la vuelta, porque se llaman «vacaciones»: ¡Indulgencia total!
El recorrido
Siempre que voy a París visito las famosas Columnas de Buren en el Jardin du Palais Royal. Esta vez fue muy especial, porque Mariano no las conocía. Nuestra Go Pro aquí fue nuestro mejor aliado, ya que nos permitió hacernos una buena sesión de fotos y pasar casi una hora como dos niños corriendo y brincando.
Para mí, La Concorde es una de las plazas más bellas de París, por la cantidad de cosas que conecta. Si te paras en el centro, ves de frente a Champs-Élysées, detrás el Jardin des Tuileries, a la derecha La Madeleine y a la izquierda L’Assemblée Nationale, donde empieza el boulevard St. Germain. Y claro, lo más importante es que justo en pleno medio de la Place de la Concorde, está su famosa estrella.
Desde ahí arriba, París se ve como en las películas: puros techitos grises acariciados por el atardecer. ¡360 grados de belleza!
Al bajar escuchamos un ruido en nuestro estómago, y de una vez desciframos lo que nos quería decir: ¡TIEMPO PARA UN CRÊPE! Cuando cayó el sol, estábamos justo al lado de la Torre Eiffel, o más bien, debajo de ella. El cielo tenía un tono de azul brillante, como si tuviera resaca del sol que había hace poco. Por supuesto, volvimos a sacar nuestra GoPro e iniciaron las fotos en este entorno mágico.
Tenía varias amistades que ya habían coincidido en una recomendación: Ober Mamma. Como quedaba un poco retirado de donde estábamos (para ser exacta, del otro lado completamente), decidimos tomar un Uber: práctico, cómodo y más económico que un taxi.
Al llegar, te apuntas y te sientas en el bar a esperar una mesa con la compañía de un rico cóctel y un platico de prosciutto, aceitunas y parmesano. Tutto buono! ¡Ah, sí! Tan italiano el lugar, ¡que todo el mundo que labora ahí es de Italia!
Un lugar al que nunca dejo de ir en París es el Water Bar de la tienda Colette. Ustedes dirán: «Pero, ¿cuál es la gran cosa?». Y es exactamente eso, no es la gran cosa, pero queda dentro de Colette, bajando una escalera. El menú es corto pero conciso, las opciones de agua son infinitas y es el lugar perfecto para una picadera rápida antes de seguir curioseando las calles de París. ¡Y más si andas por el área y quieres conocer la tienda! Para aquellos que no conozcan Colette, se me haría difícil describirles, pues es una tienda que se mantiene constantemente al día en todos los sentidos, desde gadgets, hasta libros, moda, artistas emergentes… de todo. Cuando abrió en París, se decía que era tan especial porque apelaba a los cinco sentidos.
Y hablando de «paradas obligatorias», amo locamente el Musée d’Orsay. Me encanta la colección de pinturas impresionistas que tiene, la arquitectura del museo y lo agradable que es recorrerlo. Trato de visitarlo siempre que voy a París. Además, siempre tiene alguna exposición temporal súper interesante, aparte de su colección permanente.
Tip colado: Siempre compra las entradas al museo o exposición con anticipación por internet, y así evitas hacer una muy larga fila para entrar. Se hace fila igual, pero nada en comparación.
¿Hambre? ¡Sí, y más después de largas horas visitando el museo! A varios pasos del Musée d’Orsay está uno de mis lugares favoritos: Le Vin de Bellechase. Es un típico bistrot francés con horario tradicional de Midi-14h30 (medio día a 2 de la tarde). Cuando vivía en St. Germain, nos juntábamos ahí todos los amigos a cenar y nos quedábamos horas muertas. Era lo que allá uno llama «ma cantine» –nuestro lugar–.
Entrar con Mariano me hizo revivir los momentos, y más aun cuando vi la pequeña pizarra con el menú y encontré uno de mis platos favoritos: la cassolette de champignons, nada más y nada menos que una pequeño plato de hongos salteados con ajo y perejil, acompañado de la más rica baguette. Luego vino un delicioso St. Marcelin Roti (un queso francés) sobres una capa de ensalada, nueces y aderezo de miel.
Otro lugar que vale la pena visitar es el Canal St. Martin. Cuando vivía allá, había muy poca vida pero la realidad es que, con los años, muchas tiendas han abierto allí, restaurantes, bares, ¡y el ambiente es chulo!
Nuestro amigo Adolfo Yunes, quien nos había recomendado muchos lugares de nuestra guía, nos habló de uno mexicano que se llama Café Chilango. Pero lamentablemente estaba cerrado ese día, y por eso terminamos en Le Guacamole, donde no nos fue mal. Allí compartimos un taquito, pues esa noche nos tocaba cenar escargots y había que dejar espacio en el estómago.
¡Me encantan los escargots! He aquí la prueba: esa noche cenamos en L’Ami Louis, un lugar delicioso, pequeñito y clásico donde nos reservó mi tío Jean Louis, pues es sumamente difícil conseguir una reserva. El lugar tiene como 10 mesitas máximo y el menú tiene 10 o 12 platos en total, incluyendo los postres. ¡Ese día los Frescolitos nos dimos un manjar!
Y hablando de manjar, otro lugar que en mi opinión vale mucho la pena es Le Comptoir de L’Odeón. Es por orden de llegada y se come exquisitamente bien. Los escargots son de morir, y la carta de vinos y espumantes es inmensa.
Tip colado: tomen vino por copa o por «carafe» para probar diversos vinos, que siempre vayan recomendados con el plato. El menú da una sugerencia por plato, pero hay mucho de donde elegir. ¡Y no dejen de pedir el Baba au Rhum de postre!
Una actividad que vale la pena hacer en este viaje para quienes disfruten de las antigüedades y los mercados, es el Marché aux Puces. Nosotros decidimos pasarnos un sábado allá. Nos levantamos y comenzamos el día con un desayuno en Buvette. Al terminar, tomamos el metro y llegamos directo al mercado de pulgas.
Paseamos, paseamos y paseamos, lo queríamos todo pero no andábamos tanto de «shopping» y nos contuvimos el deseo de comprarlo todo. Yo estaba vuelta loca con todo lo que era una cafetera, una cucharita, una taza, y Mariano quería todas las chaquetas vintage de oficiales del ejército. Hasta que ya al final, cuando empezó a lloviznar, no nos resistimos y nos compramos cada uno un recuerdo del Marché St-Ouen.
Podría hablar de París sin parar, de mil paseos más, restaurantes, lugares, cosas que hacer y ver. Es una ciudad que verdaderamente me apasiona y de la cual estaré eternamente enamorada. Sin embargo, por ahora me freno aquí con la esperanza de que mi recuento les haya servido de guía y, sobre todo, los haya transportado.
Si solo tienen un día para visitar París, mi artículo en ALKASA-196, Redescubrir París en un día, seguro les ayudará a aprovecharlo. Si van con más tiempo, pueden descubrir otros paseos en sitios web como Du Pain et Des Idées y Café Prune.
À BIENTÔT!