Familia Luna

Amor de madre dulce con sabor a chocolate amargo

Si han pasado por Luna Colada de tarde se van a dar cuenta de algo: seguramente nos van a encontrar junto a nuestra madre tomando un cafecito con unas tabletas de chocolate amargo KahKow.

Nuestro abuelo materno tenía una plantación de café en Barahona, así que nuestra madre lleva el café en la sangre. Cuando ella se casó, ahí comenzó la tradición de tener la bandeja diaria del café, decorada con flores y armada de forma que parecía una obra de arte, y ella nos pasó esa pequeña herencia de la pausa.

Así como la pasión por el café vino de parte de nuestro abuelo, la pasión por el chocolate amargo vino por vía de nuestra tía Melba. Ella le contagió esa costumbre a nuestra madre, quien entonces casi que lo institucionalizó cuando Michèle volvió al país tras estar estudiando y trabajando en Londres. ¿La razón? Ella se dio cuenta de que el chocolate negro provee una recarga natural y saludable de energía que ella tanto necesita a mitad del día.

Cuando KahKow salió al mercado, el chocolate amargo de la línea de barras se convirtió en un aliado ideal para la bandeja de café: la calidad de la materia prima del cacao que sale de esas plantaciones en San Francisco de Macorís es impresionante — no por nada República Dominicana es uno de los más grandes exportadores de cacao orgánico en el mundo — y aparte es una forma de satisfacer ese deseo dulce sin sacrificarse por el lado de las calorías y los carbohidratos. De hecho, desde antes de que saliera KahKow con sus presentaciones comerciales de 87 por ciento de contenido, como buena adicta ella tenía una línea directa con Héctor Rizek para recibir su medio kilo de chocolate negro, que era la presentación que se utilizaba para exportación. ¡Ya se pueden imaginar lo fuerte que era el asunto! Hoy afortunadamente esa variedad no solo viene en barras, sino también hojas finas con con almendras y arándanos pero sin azúcar y para quienes buscan darse un pequeño gusto, también hay bombones ya con azúcar.

Para nosotras, el café con chocolate amargo siempre nos sabe al amor de nuestra madre.


Por todo este historial, KahKow nos visitó en la tienda para hablar sobre nuestra tradición del cafecito con chocolate amargo. El chocolate, sí o sí, ya forma parte de nuestras vidas a la hora de compartir. Sin embargo, la conversación tomó un giro en torno a la maternidad y salió una confesión con lágrimas: ahora que ambas somos madres entendemos mucho mejor a la nuestra. Ahora entendemos por qué, como ella misma nos dice, ella nos ama con tanta intensidad. Es increíble cómo un sabor puede comunicarnos tanto, pero para nosotras, el café con chocolate amargo siempre nos sabe al amor de nuestra madre. Ojalá Sol y Paz también tengan la oportunidad, en el futuro, de saborear lo mismo.

Fotos: FotoRuido