Colando el mundo, Sabores Luna

Un guía invisible en Sevilla

Dependiendo de las preferencias de sus padres, algunos de ustedes habrán escuchado de la musicalidad de Sevilla a través de la palabra “sevillanas” o quizás gracias a la hermosa canción de Miguel Bosé. En nuestro caso, el rey de nuestra infancia es un amante entregado de la capital de Andalucía, y no hubo sevillana que no sonara en nuestra casa. Con eso y sus recuentos de sus viajes frecuentes a la ciudad, él nos transmitió esa pasión.

Ese amor es justificado: para aprovechar el viaje a España, decidimos tomar un tren allá. Al caminar por las calles del barrio de Salamanca nos quedamos anonadadas con el alma de la ciudad, un alma que agarra una guitarra de la nada y canta hasta las palmas, un lugar en donde la hermandad religiosa a la que perteneces es un conector más importante que el vecindario donde vives o el colegio del cual te graduaste, y una arquitectura que es testigo del paso de los romanos, los vándalos, los visigodos, los moros y los castellanos.

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Por eso, el Papá Colado, sabiendo que nuestro tiempo en Sevilla estaba limitado, no quería que nos perdiéramos ni una visita esencial, y nos hizo un itinerario a la medida… que luego se encargó de buscar que siguiéramos militarmente. ¡Por eso lo queremos tanto! Aquí les dejamos con algunas de sus recomendaciones.

La Flor de Toranzo
Este es un lugar sencillo, casi una cafetería… pero que eso no les engañe: la comida es espectacular. Unos amigos sevillanos, compañeros de recorrido de nuestro papá, nos dijeron que ahí se come la mejor tapa con morcilla y los mejores huevos rotos de la ciudad, y tenían razón. En La Flor de Toranzo han descubierto la forma más deliciosa de trabajar ingredientes sencillos de forma prodigiosa, porque logran que un pan con morcilla y queso roquefort sepa a gloria. Estando ahí, una mesera nos estuvo contando sobre cómo en su hermandad tenían una tradición de Semana Santa sobre el orden de la vestimenta de los miembros de su familia, todo indicado por escrito, y que a nadie le pasaba por la mente romperla aun después de tantos años. Como están las cosas en el mundo, ver que un pueblo mantenga una tradición con orgullo es algo que da gusto.

Salamanca
De todos los vecindarios que recorrimos, Salamanca fue nuestro favorito para caminar y perdernos, andando sin rumbo fijo. Es una aventura visual ir encontrando los detalles que dejaron los moros en la arquitectura neo-mudéjar —¡mosaicos y arcos arabescos por doquier!—, pero también tener los oídos y el corazón abiertos y disfrutar de la algarabía sevillana, algo que los distingue del resto del país y hasta de la región.

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Bodeguita Antonio Romero
En esta bodeguita se come un plato famoso en la ciudad, llamado “piripi”. No se lleven del nombrecito gracioso: este sanguchito de aioli, un corte de jamón, tocineta y tomate es DELICIOSO. La Bodeguita es muy popular porque queda frente a una de las plazas de toros más emblemáticas del mundo taurino, La Maestranza, y la tradición es salir de una corrida para comerse unos piripis con una copa de vino. Para asegurarnos de que probáramos los piripi y ni inventáramos con otros bocadillos, nuestro papá se encargó de llamar al restaurante para indicarles al pie de la letra todo lo que debíamos comer. Cuando llegamos a la Bodeguita, al igual que en otros lugares, en vez de saludarnos nos recibían con un: “Sois las hijas del señor Jiménez; él ya ha llamado para indicar lo que debéis comer del menú”. ¡Nos la pasamos explotadas de la risa!

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Qué lindo fue tener con nosotros a nuestro guía invisible durante este viaje a Sevilla, y sentir que, aun desde Santo Domingo, estaba ahí caminando y comiendo con nosotros. ¡Gracias, señor Jiménez!